En memoria de Lupita

El llano vacío pide a gritos que la vean, que noten el dolor que se cierne sobre el baldío porque ahí terminaron los sueños de una niña.

Se encontró Lupita y nadie reclamó su cuerpo;  nueve meses su identidad fue un misterio, la vejación de su pequeño cuerpo y las heridas en su torso era lo único de lo que se hablaba. A ella nadie la conocía, legalmente ni siquiera existía. Lupita subsistía en la clandestinidad que sólo un hijo no deseado conoce.

A Lupita la mató su padrastro, la violó y golpeó incesantemente hasta apagar su risa. A Lupita la mató un monstruo pero la sociedad fuimos cómplices; su madre la había regalado porque ya no la quería y por un momento la pequeña pudo tener un futuro donde no terminara en medio de la nada con su cuerpo descomponiéndose. Por un efímero instante aquella niña pudo haberse convertido en mujer,  pudo haber reído y soñado pero ahora todo se acabó para ella... Que todos recuerden tu nombre, Lupita, y no la ropa que vestías cuando te encontraron. ¡Que tu nombre resuene! que tu paso por este mundo sea recordado en la memoria colectiva; que se exija justicia por ti y para ti. Que lo que te sucedió no le pase a nadie más.

Ojalá, Lupita, que en otra vida crezcas en otro México, con otra familia. Que te llenen del amor y paciencia que mereces y que no haya nada de lo que deban protegerte.
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Por ELLA y por todas las que nos faltan; para que quien lea esto llegue a casa sana y salva

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