Cortejo.


Fotografía por: Brian Osornio

Apenas él rozaba sus labios y la copa se rendía, brindándole su poción; a ella se le agolpaba la carne impaciente por tocarlo, y ambos caían en el pozo del cortejo. Ella sonriendo, él mirándola, navegaban en salvajes oleadas de incertidumbre, sopesando las reacciones, relamiendo las palabras.

Cada vez que él le rozaba la piel a ella el tiempo se ralentizaba, despertándola del letargo de la monotonía., ella consentía el tacto, alargando el roce, deteniendo el suspiro.

La lujuria brillaba por su ausencia, el ensueño era el momento y cada momento ampliaba sus sentidos, guardando cada sensación, cada gesto y, sin embargo, era apenas el principio.

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