Mañana

 

Aquí no pasaba nada. Y era tal vez el meollo del asunto, hacía meses que no pasaba absolutamente nada aquí dentro de estas paredes; la vida afuera parecía igualmente detenida y estancada, como si alguien hubiera pulsado el botón de pausa a la vida pero, sin querer, el reloj seguía corriendo.

 

Hace un año que, aunque la vida pasa, nada sucede y hay días buenos en los que la luz parece más brillante o colorida. Algunas veces es en la noche cuando las llamaradas de inspiración invaden el sitio, y todo se ve mucho más interesante a la luz del día que está por venir. Se hacen planes, se acomodan horarios e incluso se piensa en qué atuendo se usará el día siguiente.


Por un momento todo es vibrante, colorido, con esperanza y piensas genuinamente que eso va a suceder; luego la noche se cierne sobre tus sueños y la mañana golpea temprano con el sonido del despertador. El insomnio de los planes y la emoción de las cosas por hacer es el único resabio que queda en la garganta y empapa cada una de las papilas gustativas en la lengua.

 

Ahora el sueño invade tu cuerpo y poco a poco el vibrante color que brillaba en la noche parece nuboso y oscuro; ahora es la almohada y son las cobijas las que brillan, pero no son colores vibrantes, son grises pero confortables. Te excusas con la idea de intentarlo al día siguiente, una vez que tu cuerpo esté más descansado y el frío sea menos inclemente. Pero te mientes, lo sabes, y aun así te emocionas ante la perspectiva del mañana, aunque esa esperanza y esa emoción te desvele y te haga regresar al mismo punto desde donde anhelas que sea mañana.

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